domingo, 6 de enero de 2008

UN DESEMBARCO DE ANGELES


Corría 1.995 y por esas cosas de la vida Hugo Forno y quien escribe entrábamos a Radio Concierto como redactores de un proyecto nacido en un taller de poesía: el Desembarco de los Ángeles. Para nosotros era más bien un rescate de ángeles porque odiábamos la publicidad y además la oportunidad de trabajar con dos personas que admirábamos hacía años, Ruca Elordi y Cristián Warnken.
A Warnken lo conocía de antes porque había sido mi profesor de estructura del lenguaje en el IPEVE, lugar de donde nació la Diego Portales. Me había pasado con un 3,96 porque ese semestre casi no fui a clases, me había dedicado a conocer Santiago y meterme en cuanta protesta pillaba (era el año del sí y del no). Pero le caía bien lo que escribía en las pruebas, o mis absurdas defensas del ocio y los viajes en exámenes a los que llegaba sin saber que estaban fijados y obviamente sin estudiar ni un poco. Al rato supe que este señor era el que editaba el diario más mágico que alguna vez ha estado colgado de un quiosco, el Noreste, que tenía como lema "la vida peligrosa". Evidentemente le simpaticé con mis alegatos libertarios, así que pasé raspando el curso.
Años después Elordi y Warnken junto a Pollhammer editaron un periódico llamado "El Corazón, Humano hasta la Muerte", y me invitaron a participar. Sólo salieron cuatro números y se fue para la casa, pero sentía que estaba metido en algo increíble, y que había participado de una banda de rock que editó un EP. Pero estuve.
Al año siguiente Warnken y Elordi hacen un taller de poesía y con Forno nos metimos para respirar algo de oxigeno entre tanta frase de radio para Polla Chilena de Beneficencia y Village. Y lo cierto es que fue un viaje delirante, con la refundación de Santiago en el mismo Santa Lucía y botellitas con nuestra respiración tiradas al Mapocho. Y conocimos a gente maravillosa que hacía cosas extraordinarias. El último día nos piden que presentemos un proyecto de poesía rentable y con Forno presentamos un proyecto llamado "La Unión Sónica". Nos aplaudieron de pie, celebramos y nos emborrachamos (cosa nada de particular, lo sé). Al día siguiente Julián García Reyes llama a Warnken para que le escriba libretos a Álvaro Escobar y Cristián le dice: ¿y si te presento un proyectito mejor? Y lo demás es historia de iluminaciones, fracasos, luchas y poesía aplicada de los años noventa. Debo decir una vez más que pese al "fracaso", fue el proyecto de radio más alucinante en el que he trabajado. Tuve cosas muy malas, pero otras simplemente deslumbrantes. Momentos tan extraños como ladrarle de perro verde a Ricardo Lagos, Fish, El General, Gustavo Cerati y Luz Casal en el locutorio, o fingir -mediante la magia de la radio- que el perro se pegaba cariñosamente a la pierna de Cecilia Amenabar (era yo, el mismo que fue su jefe años después... al menos no quise repetir ese cuadro plástico zoofílico, me porté como un caballero en la 88.5).

El asunto es que ese año, dos meses antes de ir al aire, mi padre tiene la incomprensible mala educación de morirse de un día para otro. La situación me deja devastado, tengo que ayudar a mi madre a salir de su depresión y a la vez mantener un asunto económico de un día para otro. Parte entonces el Desembarco de los Ángeles con un redactor en una depresión más o menos fuerte, pero con la suerte de contar con un jefe como Cristián que no mezquinó ni un sólo momento para ayudarme a enfrentar la muerte de un ser querido. Recuerdo tardes y noches largas con el Flaco Warnken caminando a mi lado recomendándome lecturas, libros, hablándome de la impermanencia del ser humano y de frases como memento mori (recuerda que morirás), que debían necesariamente desembarcar en carpe diem (vive el instante). Sin Warnken, vaya que hubiera sido difícil enfrentar esos días de batallas contra el stress, el miedo y el insomnio. Hasta a una chica hermosa me presentó, una suerte de belleza griega con la que no pasó nada (ese día yo estaba enfermo de la guata, era como esas situaciones cómicas trágicas de película de ben Stiller, todo mal, no podía entender la mala cueva) pero con la que pasamos una noche delirante. Años después ella es una buena amiga. Otra que le debo al Flaco. El Gran Flaco Warnken.
Resulta que un día despierto y la depresión se había ido. No quedaba nada de ella, no había euforia ni temor y tampoco esa pena metálica que le da a uno cuando se enferma de esa mierda. Entonces escribo un poemita para la mañana (además de perro verde era un personaje que se llamaba Voz y que leía citas y otras cosas en el programa que hacíamos juntos, Tan Lejos tan Cerca, una maratón diaria de cuatro horas de duración que partía a las 6:30 a.m. y cerraba a las 10:30, estábamos locos de remate). Llego, lo guardo, espero hasta las 8:00 y le pido a nuestro control Tito Benavente que ponga Alborada de Cerati y Melero y entro con el siguiente texto al aire:

te amo muerte
que te llevaste a mi padre
y que te llevarás a mis hijos
te amo muerte porque por ti
conquistaremos las estrellas

Recuerdo la cara de Cristián cuando termino de leer eso y parte Pictures of You de The Cure después. Me preguntó de adónde había sacado ese verso, de quién era. Y le dije que lo había sacado de adentro y que era mío. Me dio un gran abrazo y me dijo que había escrito una iluminación, una epifanía como le gusta llamar a esas cosas que se te rebelan como un relámpago. Pero no todo terminó ahí. A la semana siguiente una revista muy famosa publicó un reportaje donde tildaban a Warnken de satánico, de leer cosas oscuras y citaron completo ese poema. Se armó la media pelea, Raúl Zurita y otros próceres notables defendían el proyecto y el poema enviando cartas al director pero el golpe había sido certero. Provocó duras molestias en Concierto y al final terminan echándonos (el proyecto fue número uno en la encuesta de ejecutivos de ese año, pero no cumplía con ganarle en todo a la Rock and Pop, un imbatible de esos años y aprovechando esa pasada, nos hicieron volar como cuando salían los vaqueros a puñetes de un bar).
¿A que viene todo esto? Por supuesto que es un recuerdo que se me vino a la cabeza a raíz de la tragedia que enlutó el luminoso hogar de mi gran Amigo y Maestro. Fui al funeral de Clemente y lloré como pocas veces de la inmensa pena. Y no fui capaz de acercarme a ellos, sólo los vi de lejos, como testigo del dolor y de lo implacable que es la vida. Porque en esos casos uno no tiene cómo entender el dolor, y se queda con muy poco que decir. Pero ya tendré la oportunidad de estar con él, inevitablemente eso sucederá y le diré, sin miedo a las cursilerías y elegancias de ese tipo que se dan cuando abres el corazón: vamos Warnken, vamos con todo, te regalo un desembarco de ángeles, batallones de ángeles, alados o con bufandas cuidando tu casa, a tu mujer y a tus hijos, y levantemos la mirada hacia la noche, miremos el cielo manchado de estrellas y elijamos la que vamos a conquistar, porque esta vida peligrosa, siempre termina buscándose a sí misma, y los amigos, los sueños, los hombros, los juegos y las aventuras.