
Hace ya un par de semanas, después del alborotado y feliz estreno de Radio Corazón La Película, he entrado en un verdadero proceso de desocupación. Todo el tiempo para uno. Proceso solitario, por cierto, aunque tengas pareja, el día lo vives solo. Y lo cierto es que tengo vocación de vago y solitario así que no hay problema con eso.
Lo cierto es que no pierdes el tiempo, lo ganas. Es tuyo, no de otros. Y es bueno volver a sentirlo.
Si tuviera que recomendar el kit de herramientas para un proceso así, en primavera, sería el siguiente:
- Dos piernas. Un cuerpo, en rigor.
- Una bicicleta.
- Zapatillas.
- Buzos.
- Poleras.
- Short.
- Gas en la cocina y en el califont.
- Agua.
- Arroz, verduras, frutas, papas, atún o salmón en lata, fideos, o un buen pescado fresco comprado en la feria.
- Discos.
- Libros (tres al azar: Bob Dylan, Crónicas Volumen 1; Julio Cortázar, Cuentos Inolvidables; Sam Shepard, Rolling Thunder).
- Un celular.
- Un computador.
- Internet.
- Al menos, un perro.
- Una pelota para tirarle al perro.
- Una pantalla de televisión para ver vídeos o algún programa equis (la televisión abierta no es tan mala como declaran tantos, pronto diré por qué).
Y con eso estamos. Mis amigos me preguntan qué hago, y les digo que intento escribir, lo que me gusta lo guardo o lo publico arbitrariamente para mirarlo, darle vueltas, odiarlo y amarlo un par de horas después y cambiarlo. Se me había olvidado escribir. Es cierto que escribí como perro durante años en las radios (en especial FMDOS y Concierto), pero escribir porque quiero y lo que quiero es incomparable. Además te das cuenta de que perdiste la gracia que tuviste alguna vez, y te desafía a recuperarla. Que redactar, dar tensión a un texto, es complejo pero magnífico cuando una línea cobra vida propia.
Estoy escribiendo un guión para una película. Soñar no cuesta nada. Tragicomedia. Como casi todo. Pero se me arranca.
También me llama un amigo o amiga y ando en bicicleta o camino. Y en este punto me quiero detener: cómo se olvidan todos los costalazos que costó aprender a caminar. Tanto que la gente ya no camina. Algunos van al gimnasio -voy también- y corren y saltan y levantan peso. Pero no hay nada, de verdad, nada como caminar sin rumbo y sin hora. Sin meta a cumplir, salvo algún destino que se te ocurre mientras caminas. Puedo amar la bicicleta pero el acto de caminar se lleva cabo sin más instrumentos que uno, y eso lo hace mágico. Uno se para sobre la tierra solo y avanza en sus dos piernas. Es como si las piernas tuvieran unos imanes que te aseguran a un camino y ya, avanzar, hacia dónde sea, pero avanzar.
Me he dado cuenta de que ese lugar que parece lejos, está más cerca. Que no cuesta llegar sin aparatos mecánicos. Basta con uno mismo para llegar donde quieres llegar.
Por si acaso, no fumo marihuana. Nada personal con la hermosa planta esa, pero la lucidez tiene un valor innegable. Controlar ansiedad, temores, en estado normal, hace años es un gran desafío. Y por cierto, la marihuana es la bicicleta de las drogas -la cocaína, una moto; los ácidos, un cohete; el alcohol, una carreta, etc.- y posiblemente te ayuda a llegar a algunos lugares pero olvidas para qué querías llegar. En cambio, en dos pies, sólo con dos pies, hasta recuerdos tienes. Incluso de infancia.
El asunto es que caminando piensas mejor. En micro o en metro, claro, puedes hacerlo, pero sospecho que la oxigenación que te da caminar hace que pienses con más claridad.
Me encantaría salir a caminar con mi perro, pero tengo un problema. Tengo cuatro. Y lo he hecho, pero los celos de estas minas provocan ley del hielo a la que fue elegida para pasear.
Los invito a caminar sin destino. Háganlo donde se les ocurra, pero háganlo. No olviden todo lo que costó aprenderlo. Y que es un privilegio.
Eso no más sería.
Maldita sea. Parece que entraré a trabajar de nuevo. Lo bueno es que tengo la sensación de que trabajaré con buena gente, o bien, con gente que cree en lo que hace. Ojalá resulte. Porque me motiva el lugar. Es el medio lugar. Eventualmente sería el dos de enero. No está mal dos meses más de vagancia ilustrada. Además es totalmente distinto a lo que he hecho hasta ahora. Pero tampoco tanto. O sea, mentira. Se parece pero desde una vereda más humana. A escala humana. En rigor, parecido, pero no lo mismo. En fin. Pero de lo que he escuchado, lo que he tenido la suerte de recibir como oferta, me gusta mucho. Veamos qué pasa. Por mientras, vaguemos, pensemos en cosas como caminar, más importantes que un plasma 42 pulgadas, el i-phone o las noticias mismas.
Lo cierto es que no pierdes el tiempo, lo ganas. Es tuyo, no de otros. Y es bueno volver a sentirlo.
Si tuviera que recomendar el kit de herramientas para un proceso así, en primavera, sería el siguiente:
- Dos piernas. Un cuerpo, en rigor.
- Una bicicleta.
- Zapatillas.
- Buzos.
- Poleras.
- Short.
- Gas en la cocina y en el califont.
- Agua.
- Arroz, verduras, frutas, papas, atún o salmón en lata, fideos, o un buen pescado fresco comprado en la feria.
- Discos.
- Libros (tres al azar: Bob Dylan, Crónicas Volumen 1; Julio Cortázar, Cuentos Inolvidables; Sam Shepard, Rolling Thunder).
- Un celular.
- Un computador.
- Internet.
- Al menos, un perro.
- Una pelota para tirarle al perro.
- Una pantalla de televisión para ver vídeos o algún programa equis (la televisión abierta no es tan mala como declaran tantos, pronto diré por qué).
Y con eso estamos. Mis amigos me preguntan qué hago, y les digo que intento escribir, lo que me gusta lo guardo o lo publico arbitrariamente para mirarlo, darle vueltas, odiarlo y amarlo un par de horas después y cambiarlo. Se me había olvidado escribir. Es cierto que escribí como perro durante años en las radios (en especial FMDOS y Concierto), pero escribir porque quiero y lo que quiero es incomparable. Además te das cuenta de que perdiste la gracia que tuviste alguna vez, y te desafía a recuperarla. Que redactar, dar tensión a un texto, es complejo pero magnífico cuando una línea cobra vida propia.
Estoy escribiendo un guión para una película. Soñar no cuesta nada. Tragicomedia. Como casi todo. Pero se me arranca.
También me llama un amigo o amiga y ando en bicicleta o camino. Y en este punto me quiero detener: cómo se olvidan todos los costalazos que costó aprender a caminar. Tanto que la gente ya no camina. Algunos van al gimnasio -voy también- y corren y saltan y levantan peso. Pero no hay nada, de verdad, nada como caminar sin rumbo y sin hora. Sin meta a cumplir, salvo algún destino que se te ocurre mientras caminas. Puedo amar la bicicleta pero el acto de caminar se lleva cabo sin más instrumentos que uno, y eso lo hace mágico. Uno se para sobre la tierra solo y avanza en sus dos piernas. Es como si las piernas tuvieran unos imanes que te aseguran a un camino y ya, avanzar, hacia dónde sea, pero avanzar.
Me he dado cuenta de que ese lugar que parece lejos, está más cerca. Que no cuesta llegar sin aparatos mecánicos. Basta con uno mismo para llegar donde quieres llegar.
Por si acaso, no fumo marihuana. Nada personal con la hermosa planta esa, pero la lucidez tiene un valor innegable. Controlar ansiedad, temores, en estado normal, hace años es un gran desafío. Y por cierto, la marihuana es la bicicleta de las drogas -la cocaína, una moto; los ácidos, un cohete; el alcohol, una carreta, etc.- y posiblemente te ayuda a llegar a algunos lugares pero olvidas para qué querías llegar. En cambio, en dos pies, sólo con dos pies, hasta recuerdos tienes. Incluso de infancia.
El asunto es que caminando piensas mejor. En micro o en metro, claro, puedes hacerlo, pero sospecho que la oxigenación que te da caminar hace que pienses con más claridad.
Me encantaría salir a caminar con mi perro, pero tengo un problema. Tengo cuatro. Y lo he hecho, pero los celos de estas minas provocan ley del hielo a la que fue elegida para pasear.
Los invito a caminar sin destino. Háganlo donde se les ocurra, pero háganlo. No olviden todo lo que costó aprenderlo. Y que es un privilegio.
Eso no más sería.
Maldita sea. Parece que entraré a trabajar de nuevo. Lo bueno es que tengo la sensación de que trabajaré con buena gente, o bien, con gente que cree en lo que hace. Ojalá resulte. Porque me motiva el lugar. Es el medio lugar. Eventualmente sería el dos de enero. No está mal dos meses más de vagancia ilustrada. Además es totalmente distinto a lo que he hecho hasta ahora. Pero tampoco tanto. O sea, mentira. Se parece pero desde una vereda más humana. A escala humana. En rigor, parecido, pero no lo mismo. En fin. Pero de lo que he escuchado, lo que he tenido la suerte de recibir como oferta, me gusta mucho. Veamos qué pasa. Por mientras, vaguemos, pensemos en cosas como caminar, más importantes que un plasma 42 pulgadas, el i-phone o las noticias mismas.